domingo, 9 de abril de 2017

A veces

A veces, quiero que la gente me entienda, sin que yo les explique nada. 
A veces quiero que el mundo calle, porqué tal vez así, una vez remitidos los ruidos diarios de una vida monótona, puedan darse cuenta de los lamentos y de los llantos de gente al borde de un abismo.
A veces, digo no cuando en realidad quiero decir si. Ni yo lo entiendo, así que no pretendo que el mundo lo entienda. Pero creo que mis suspiros, mis facciones, mis lágrimas, puedan delatarme y que éstos inviten a la gente a conocer porqué es su día dije que si. 
A veces, pienso que solamente fuimos desconocidos que fingían conocerse. Ambos lloramos y reímos porque el otro lo hacía. Lo que no creía era que, ahora, pasado el tiempo, me sentiría tan mal por haber desperdiciado un tiempo mágico en aparentar, cuando realmente lo debería haber invertido en conocerte. 
A veces odio madurar, porqué es una fase en la que debemos dejar cosas atrás, buenas y malas. Debemos dejar recuerdos que no nos pueden acompañar hasta la eternidad, ni personas que simplemente eran de postín. Se apegan a nosotros los verdaderos, los que seguirán a nuestro lado hasta el final. Pero no puedo dejar de sentir melancolía por aquello que se quedará. 
A veces abro puertas, otras veces las abren, y por ellas se cuelan fantasmas que creí haber capturado, ajusticiado y encerrado en etapas pasadas de mi vida. Pero cuando vuelven, dejan detrás de si una estela entera de miedo y tristeza, incerteza. Me evocan de nuevo a aquello a lo que un día temí y, aunque juré jamás volverme a sentirme cohibido por ellos, no puedo evitar sentir una punzada de dolor, como memoria al recuerdo de lo que tanto sufría. 
A veces acepto la verdad, pero con condiciones. 
A veces no entiendo nada, pero prefiero no entenderlo. Porqué al no saber, automáticamente no sufro ni disfruto. Porqué en realidad, sé que formular una pregunta conlleva a que haya mil respuestas, y el resurgimiento de otras mil cuestiones nuevas. 
A veces, los abismos son relativos. Desde arriba, acongojan a cualquier corazón, fuerte o enfermo, porqué en su final un halla la mas dolorosa de las muertes. En cambio, cuando uno lo contempla desde abajo, desde ese “temido final”, las dudas surgen incesantes, pero no hallará la muerte desde aquel punto, solamente una tempestuosa mar de dudas, enigmas y miedos, que lo pueden consumir a uno si no sabe domarlos. 
A veces, odio dudar. Plantearme preguntas, cuestionarme aspectos de mi vida que creía acordes a mi realidad. Pero se que, después de una etapa de profundo pesar, uno resurge de sus cenizas y es capaz de ver la realidad con otros ojos. 
A veces, y solamente a veces, me gusta ser quien soy. Porqué me acepto, me entiendo y me dejo llevar por el flujo continuo de la vida, sin apenas preguntas, sin apenas respuestas. 

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Miradas vacías

Cada cual enfoca su vida desde una perspectiva u otra, lo que nos convierte a todos en una realidad, con muchísimos matices, con infinidad ...