¿Sabéis que pasa? Que vivimos en una sociedad en la que, cuando algo destaca por ser diferente, en todos los registros en los que una persona o una cosa puede ser diferente, se tacha de anormal y se opta por una marginación sin precedentes, pues lo único que tienen es miedo. Si, miedo.
Y lo repito. Miedo.
Miedo a que algo diferente opaque con su luminiscencia aquello convencional y reiterativo, tedioso pero aceptado por unas reglas, unos cánones y unos clichés tan desfasados como impregnados en el foro interno de todos aquellos que someten a burla y escarnio los que quieren desviarse del camino, buscar nuevos destinos en los que ser felices. Por eso el avance hacia un futuro mejor, o simplemente un futuro mas justo, se ve retrasado. ¿Por qué? Sencillamente, porque impera la idea de “vale mas lo malo conocido que lo bueno por conocer” o la vergonzosa dicha “vale mas pájaro en mano que ciento volando”. Llevo oyendo estos discursos desde mi niñez y al principio los repetía cual autómata. Hasta que me di cuenta de lo que significaban. Es lo que pasa cuando tomas algo como normal o costumbre, que simplemente no lo cuestionas. Lo recitas de memoria y luego te olvidas de ello hasta que vuelve a salir el tema.
Por eso, la disfuncionalidad con la que concurre nuestra sociedad es tan pronunciada y tan degenerada, que todo aquello defendido desde el raciocinio y que, por ende, induce a una reflexión y a su posterior crítica de lo “arraigado”, es supuesto mas que justificado (según ellos) de burla, escarnio o desacreditación barata y chapucera. ¿A que se enfrenta uno? A una marea de idas y venidas por parte de aquellos que ni saben lo que quieren ni cómo lo quieren. Y dado que no lo entienden, optan por el ataque. Porqué si, porque somos así de “patriotas”. Se escudan muchos argumentos detrás de las banderas para dejar a la luz sectores que hasta el momento habían actuado en las sombras y ahora, manipulando la verdad, han vuelto a salir a la luz para demostrar que están muy lejos de desaparecer.