miércoles, 14 de marzo de 2018

Nada, pequeño gran pez

Parecía inimaginable para mi yo de diez años que un día fuese a escribir sobre esto. Pero tal es la necesidad que retumba en mi mente, que me es imposible obviar el destino cruel y trágico sobre el que me ha tocado reflexionar. Desde hace años, cuando uno ya empezaba a entender que el mundo no era una historia de los cuentos de infantes, se daba cuenta que lo único extrapolable de ésta películas era un simple hecho: la bondad y la maldad. 

Al dar a luz, al crear algo de la nada fruto de la imaginación y de inspiraciones camufladas entre capas y capas de admiración, uno se da cuenta que es inimaginable crear bondad, sin crear maldad a su vez. Son dos aspectos que, aunque encontrándose equidistantes en polos opuestos, no se entenderían ni sería concebible su existencia el uno sin el otro. La bondad rezuma al olor del Sol acariciando la tierra, a la tierra mojada después de la tormenta, el verde de los árboles opacando la llegada de los rayos de luz a la tierra. Bondad es, asimismo, aquello que convierte los hombres perversos en hombres, aquellos halos de esperanza que germinan en el interior de todos, y que nos convierte en ser humanos, racionales y con conciencia, incapaces de aclimatar en nuestro fuero interno cualquier ápice de rencor ni odio. 

Pero siendo cunas de las imperfecciones, reside en todo ser rayos de maldad que de tanto en cuando afloran: aquella envidia corroída por el esfuerzo hecho y el reconocimiento perdido, la mente inefable que piensa en vidas mejores, alejadas del dolor y el sufrimiento que nos asolan. Albergar maldad en nuestro ser no nos convierte automáticamente en personas malas. Sencillamente, debemos entender que formamos parte de un todo tan causístico, que es imposible alejar estas esencias de nuestro ser. 

Y por tal, existen la bondad y la maldad a partes iguales y estratosféricas en el mundo. Desgraciadamente, la bondad queda opacada demasiadas veces por la maldad que corrompe el mundo. Existen personas buenas (heroínas y héroes con o sin capa, que mueven el mundo o simplemente crean conciencia) y personas malas (villanos despiadados sin ningún atisbo de redención en sus actos) en el mundo. Como en las películas. Parece inconcebible hoy en día que las historias y las películas que seguimos consumiendo existan personas buenas y personas que promueven constantemente el desbaratar de los planes. Es imposible despegar una cosa de la otra. Es inconcebible, en los confines mas profundos de nuestro ser, crear la perfección a base de bondad o de maldad. 

Y a veces, héroes y heroínas nos dan una lección a todos. Porque el mundo sigue sorprendiéndose de que puede haber gente sin alma ni corazón capaz de entender el devenir de la sociedad, cuando a veces la gente buena queda relegada en un segundo plano, mas oscuro, mas miserable, operando al margen, pero encargándose de que el equilibrio planetario de bondad y maldad siga encontrándose en un punto medio, sin dejar que la maldad gane. Sin dejar que la bondad pierda. 


PD: hay muchos peces en el mar, pero ninguno ha creado nunca tanta conciencia como ha conseguido uno pequeño de ocho años, bajo el nombre de Gabriel. Él nos ha enseñado a todos cosas que se nos habían olvidad por completo. Nos ha enseñado a amar, a luchar, a creer cuando todo parece perdido. Descansa, pequeño pez. Sigue nadando en el mar de estrellas, iluminándonos con tu presencia, y dándonos vida con tu recuerdo. Aquí no te olvidaremos. 


Miradas vacías

Cada cual enfoca su vida desde una perspectiva u otra, lo que nos convierte a todos en una realidad, con muchísimos matices, con infinidad ...